“…"En el mundo estan ocurriendo cosas increibles”, le decia (José Aracadio Buendía) a Ursula.
“Ahí mismo, al otro lado del río, hay toda clase de aparatos mágicos,
mientras nosotros seguimos viviendo como los burros””.
(García Márquez, 2007, p.17)[2]
“Algunos adultos nunca se han encontrado. Para ellos, este libro puede ser el comienzo de su
autodescubrimiento: un reencuentro de aquellas partes de sí mismos que fueron dejadas atrás en su niñez”.
(Prefacio de Barry Stevens en Oaklander, 1998)[3]
Era el año 1996 en el sur de Chile y me dirigía a hacer un taller de creatividad en una Escuela de Diseño. Estudiantes de 6ª semestre me esperaban, me ayudaban a llevar los materiales y la radio subiendo las escaleras circulares hasta el tercer piso. En una sala amplia sin sillas ni mesas, bocetos y otras cosas colgaban de las paredes. Me encantaba el ambiente. Y en un momento, cerca de treinta jóvenes deambulaban con los ojos cerrados descubriendo el espacio, descubriendose a ellos mismos, descubriendo a los otro/as, descubriendo los límites…la música de “Oxígeno” de J. M. Jarre, hacía ecos en cada rincón de la sala y creaba un atmósfera especial. Pronto se empezaban a dar cuenta de que los límites “allá afuera”, tenían que ver con sus propios límites “aquí adentro”: sus emociones, sus temores, sus miedos, sus confianzas y desconfianzas, tenían cierta relación con “su forma” de desplazarse por la sala. Algunos de ellas/os se quedaban por un largo tiempo quietos sin moverse, otros en cambio iban a la aventura inmediatamente y exploraban cada rincón, algunos se desplazaban rápido, otros lo hacían lento. Algunos erguidos, otros agachados o arrastrándose. Después de abrir los ojos nos expresábamos con las manos y tempera sobre grandes papeles dispuestos en el piso, luego dábamos paso a que “logos” también se expresara. Aparecían las primeras palabras, algunas veces eran sólo sonidos siguiendo el fondo musical o risas que se escapaban. Sin ser empujadas llegaban las primeras reflexiones.
Actitud de Juego en el Aula
Recuerdo que las principales reflexiones en ese momento tenían que ver con la “libertad para crear” que aportaba el juego, al contrario de la inhibición que generaba la “obligatoriedad de crear”. Sigo considerando ahora que el juego es un vehículo excelente para despertar el potencial creativo. Cuando hablo de juego no me refiero a una actitud superficial, sino al contrario, me refiero a la gran concentración y actitud de estar en el presente, absorto, curioso, ingenuo que muestran los niños/as cuando están compenetrados en lo que hacen. En ese momento de actitud de juego se siente que no existe el espacio ni el tiempo. La conciencia se expande, el estado emocional es positivo, el enfoque cognitivo es de flexibilidad y apertura. Los polos opuestos se atraen. La incertidumbre de las dicotomías deja paso a la síntesis creativa. El cuerpo se siente bien. Esta actitud de juego en el aula es una arte que el docente puede aprender a desarrollar
Límites y niña/o interno
Habitualmente consideramos que un bloqueo a la creatividad tiene que ver con límites que nos impone la sociedad. Esto lo sienten y piensan muchas veces tanto estudiantes como académicos: “necesitamos más espacio para crear”…decimos.
En esas sesiones con estudiantes, confirmé en la práctica que el principal trabajo creativo tiene que ver con descubrir los propios límites personales, y luego ponernos a la tarea de superarlos y vencerlos. Ir amas allá. Para ello, considero que la búsqueda del niño interno es fundamental. En cada uno de nosotras/os hay un niño y una niña que se quieren expresar y el vehículo nuevamente es el juego. Sin embargo, es necesario reconocer que el proceso de escolarización cual “tortura moderna” nos ha hecho negar las partes más creativas de nosotros mismos. Generalmente, nos miramos con nostalgia en la vida de nuestros hijos e hijas, buscando dar espacios y oportunidades a ellos que nosotros no tuvimos. Sin embargo, podemos además dar espacio a nuestro propio niño o niña interna. Es un desafío de cada académico potenciar su crecimiento personal, buscar espacios para la exploración de su creatividad. Considero que una vez que esa oportunidad ocurre, y es vivencial, es posible compartirla con otro/as en el aula. El desarrollo del niño/a interno en el adulto permite la exploración de lo mejor de cada uno/a. Tanto el adulto acádemico, como el adulto-joven estudiante requieren de “espacios-creativos-en-el-aula” para la expresión de su ser interno.
Feliz Aniversario para su Escuela de Diseño!!
Juan José
JUAN JOSE GUTIERREZ ALVAREZ
juanjo@inncrea.cl
[1] (Articulo Publicado en Revista INUO, Junio 2007. Escuela de Diseño Grafico de
[2] García Márquez, G. Cien Años de Soledad. Edición Conmemorativa. Alfaguara. Colombia. 2007. p.17
[3] Barry Stevens en Oaklander, Violet. Ventanas a nuestros niños. Ed. Cuatro Vientos. Santiago. 1998.
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